Balzak
y Ashira son una joven pareja amantes del rock y la buena vida. Les
gusta disfrutar a tope, adoran el riesgo y todo lo que se salga de lo
común y cotidiano. Ambos, son grandes fans del grupo Saturne,
fueron
los primeros en pillarse las entradas para su concierto en Rembland
la pasada primavera. Fue una locura de concierto, no pararon de
gritar, beber y animar a sus ídolos; que desde lo más alto cantaban
y transmitían su música sin descanso. Aquella melodía rockera
parecía algo más que música, parecía el sonido de una cultura
distinta de un estilo de vida desconocido, era mágico, élfico,
ancestral.
Esto,
acompañado de un ambiente nocturno cargado de energía juvenil,
llevó a la joven pareja, eufórica, a hacerse unos tatuajes juntos.
La chica había escuchado durante el segundo tema, decir a un
muchacho que
Siderek,
el famoso tatuador que tanto gusta a los jóvenes, estaba entre los
asistentes, y que había montado su local-móvil a la salida de aquel
recinto. Balzak no se lo pensó dos veces, cogió a su novia del
brazo, escabulléndose entre la multitud, logró llegar de los
primeros al lugar donde estaba montado el estudio-movil, con el material para hacerse los tatuajes.
Ashira no tenía muy claro que diseño escoger, pero él decidió por
los dos, pues nada más verlos sintió una extraña sensación que le
impulsó a decidirse por un par de símbolos diferentes. Incluso
tenía claro cual seria para él, y que plantilla seria para su
chica. El impulso de Balzak no le permitió esperar a Siderek, estaba
tan entregado, que él mismo cogió la pistola de agujas y se dispuso
a colocarle a Ashira la plantilla, eligió bien los colores y le hizo
con cuidado un asombroso símbolo azteca que representa a la luna. Se lo dibujó en
el brazo izquierdo. Ella apenas sentía dolor, era extraño, pues
este era su primer tatuaje, nunca antes se había hecho uno. Seguía
eufórica, y no dejaba de cantar las canciones escuchadas en el
concierto, amaba aquel grupo casi tanto como a su novio. El tatuaje
quedó bastante bien. Pasaron unos minutos antes de que pudiera
colocarle una capa protectora de gel para evitar que se estropeara el
dibujo. En ese instante apareció Siderek, acompañado de un joven un
tanto extraño. Ni siquiera les llamó la atención por estar allí
solos, sin él. No se percató de lo que habían estado haciendo.
Simplemente creyó que le esperaban a él para tatuarse.